Uno siente pena cuando alguien cota un árbol y deja desnudo un trozo del viejo tronco con raíces todavía hundidas en la tierra.
«Estaba ya viejo», dicen unos. «Era un peligro», comentan otros. «Sólo ocupaba lugar», exclaman algunos.
Todos tenemos razón para eliminarlo y echarlo abajo.
Y, de pronto, cuando menos lo pensamos, vemos que nuevos retoños brotan en el tronco viejo. El tronco ya estaba para cortar, pero las ráices ya todavía tenían vida. Y, mientras haya vida en as raíces, la vida es posible. «Del viejo tronco de Jesé, brotrá el nuevo retoño que es Jesús».
La vida en más fuerte que la vejez.
El Problema de hoy tal vez no sea tanto de los troncos, sino un problema de raíces.
Hay demasiadas vidas sin raíces profundas.
Hay demasiadas parejas sin raíces hondas.
Hay demasiadas instituciones carentes de raíces.
Hay demasiadas vocaciones sin raíces profundas.
Hay demasiadas decisiones sin raíces.
Por eso son vidas que se mueren fácilmente.
Cuando las raíces tienen vida, puede que algunas ramas se sequen, pero aún quedan suficientes para hermosear el árbol […]
Cultivar las raíces es hacer que, hasta los viejos troncos renuncien a morir, aunque los cortemos, pues la vida de las raíces encontrará nuevos cauces para seguir creciendo y viviendo. Serán troncos nuevos.
(Texto tomado de Guiones Litúrgicos Adviento Navidad 2015-2016, Cáritas Española)
Imagen de Vittorio Pandolfi, tomada de Flickr