«Padre en la ternura» 2
«…Dios de ternura, que es bueno para todos y «su ternura alcanza a todas las criaturas» (Sal 145,9)».
Contiuamos con la reflexión que hace el papa Francisco acerca de San José como Padre en la ternura:
«En la sinagoga, durante la oración de los Salmos, José ciertamente habrá oído el eco de que el Dios de Israel es un Dios de ternura, que es bueno para todos y «su ternura alcanza a todas las criaturas» (Sal 145,9).
La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Rm 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad. Esto es lo que hace que san Pablo diga: «Para que no me engría tengo una espina clavada en el cuerpo, un emisario de Satanás que me golpea para que no me engría. Tres veces le he pedido al Señor que la aparte de mí, y él me ha dicho: “¡Te basta mi gracia!, porque mi poder se manifiesta plenamente en la debilidad”» (2 Co 12,7-9).
Si esta es la perspectiva de la economía de la salvación, debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura». (Papa Francisco, Carta Apost. Patris corde, 2)
La ternura de Dios que San José descubrió en la Sagrada Escritura es la de un padre que no se escandaliza de la debilidad de sus hijos, por el contrario, se enternece y se inclina hacia ellos y les abraza, les cura y les enseña a caminar. Esta ternura es la que precede y acompaña al amor misericordioso de Dios por cada mujer y hombre que viene a este mundo.
Como San Pablo, sentimos con mucha fuerza nuestra debilidad y la rechazamos, ya que el mundo en que vivimos, que valora tanto la imagen y apariencia, la debilidad es de los perdedores. Cuando la realidad, es que nuestra condición humana es de por sí pobre y débil. La ternura de Dios por cada uno de nosotros, nos ayuda a aceptar que aunque somos débiles, somos amados y aceptados… y que con nuestra debilidad y a pesar de esa de ella podemos ser y hacer cosas grandes: Amar a muchos, amar siempre y amar hasta que nos duela por la felicidad de los demás, por su crecimiento y éxito como personas.
¡Pasa a la acción!
Que San José nos enseñe a descubrir esa ternura de Dios por nosotros y por la humanidad cada vez que leemos y escuchamos la lectura de la Palabra de Dios