«En la gran asamblea de los santos, Dios ha querido reservar el primer lugar a la Madre de Jesús. María está en el centro de la comunión de los santos, como particular custodia del vínculo de la Iglesia universal con Cristo, del vínculo de la familia. Ella es nuestra madre.
Para quien quiere seguir a Jesús en el camino del Evangelio, ella es la guía segura, porque es la primera discípula, la madre cariñosa y atenta, a quien confiar cada deseo y dificultad.
Rezamos junto a la Reina de Todos los Santos, para que nos ayude a responder con generosidad y fidelidad a Dios, que nos llama a ser santos como Él es santo» (Solemnidad de Todos los Santos, Papa Francisco, Ángelus).
Sí la Virgen María es la primera discípula de Cristo, podemos decir que San José, junto a su esposa también es su primer discípulo. Así, todo lo que se dice de la Virgen María se puede decir de San José por esa indivisible unidad de la gracia y del amor que le unía a la Madre del Redentor.
Este fragmento del Ángelus del papa Francisco en del día de Todos los Santos 2014, bien lo podemos aplicar a San José el Custodio del Redentor.
«San José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; san José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan “grandes cosas”, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas» (San Juan Pablo II, “Redemptoris Custos” N° 24)