San José y Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote 0 (0)

San José y Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote 0 (0)

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En este día que celebramos a Jesucristo Sumo y Eternos Sacerdote, queremos junto con San José adorar a nuestro Señor cuyo Amor por la humanidad le llevó a ser al mismo tiempo Sacerdote, Víctima y Altar. Al mismo tiempo que pedimos a Aquel que fue Custodio del Redentor que siga velando por aquellos hombres, hermanos de Cristo a los que ha llamado para participar de su Sacerdocio.

Aquí os dejamos dos reflexiones que nos invitan a orar junto con la Virgen María y San José por los Sacerdotes de Cristo.

SAN JOSÉ, CUSTODIO DE LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA

 

Por Hna. María José Socías, sctjm

Cuando hablamos de San José, hay un silencio que envuelve a su persona; silencio que vivió toda su vida. Su misión fue, después de la Santísima Virgen María, la mas importante que Dios le haya encomendado a criatura alguna, y al mismo tiempo la mas escondida: salvaguardar «los tesoros de Dios» –Jesús y María–y proteger con su silencio, presencia y santidad el misterio de la Encarnación y el misterio de la Santísima Virgen María.
En la primera venida del Hijo de Dios al mundo, las vidas de María y José fueron radicalmente escondidas; ahora –en estos momentos tan difíciles de la historia– han salido a relucir para dar a los hombres testimonio del amor de Dios por la humanidad, y de lo que hace en los corazones de aquellos que son fieles a Su voluntad. Y así vemos como se ha despertado en estos tiempos, un nuevo interés en la persona de San José, en su santidad, en su misión y en su intercesión.
Los papas y San José: el Papa León XIII escribe «Quamquam Pluries» reafirmando su patrocinio sobre toda la Iglesia. El Papa Pío XII instaura la fiesta de San José, Obrero, el día 1 de mayo. Papa Juan Pablo II escribe «Redemptoris Custos»; habla de la misión de San José especialmente en estos tiempos donde la Iglesia enfrenta grandes peligros. De manera particular, Dios quiere hacer relucir la persona y misión de San José en su relación con los Sagrados Corazones de Jesús y María. La primera indicación de ello fue dada en las apariciones de la Virgen de Fátima, en Portugal. En la última aparición de la Virgen, el 13 de octubre, San José aparece junto con el Niño Jesús y bendice al mundo. Sor Lucía, la principal vidente, relata lo sucedido:
«Mi intención [en gritar a la gente que miraran hacia arriba] no era llamarles la atención hacia el sol, porque yo no estaba consciente de su presencia. Fui movida a hacerlo bajo la dirección de un impulso interior. Después que Nuestra Señora había desaparecido en la inmensidad del firmamento, contemplamos a San José con el Niño Jesús y a nuestra Señora envuelta en un manto azul, al lado del sol. San José y el Niño Jesús aparecieron para bendecir al mundo, porque ellos trazaron la Señal de la Cruz con sus manos. Cuando un poco más tarde, esta aparición desapareció, vi a nuestro Señor y a la Virgen; me parecía que era Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor apareció para bendecir al mundo en la misma manera que lo hizo San José. Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez mas, esta vez como Nuestra Señora del Carmen.»
Ese día en Fátima se hicieron presente los Dos Corazones y San José. Dios nos revela los Corazones de Jesús y María pues ellos son la esperanza de la humanidad. Es el amor y la misericordia de estos Dos Corazones la que salvará al mundo del pecado y de la muerte. Pero el misterio de la presencia de San José revela que, unido al amor de los Dos Corazones, Dios espera y busca el amor y la respuesta del hombre para con su hermano. El hombre, con su amor, intercesión y reparación, sumergidos en el amor de Jesús y María, también debe alcanzar gracias de conversión para la humanidad. Dios salvará la humanidad por medio del amor: el amor de Jesús y María y de todos aquellos que, como San José, se unan y vivan dentro de este amor.
I. LA UNIÓN DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ CON LOS DOS CORAZONES
 
Así, como por designio de Dios, el Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen está unido «indisolublemente al Corazón de Cristo», de manera que estos Dos Corazones permanecieran unidos para siempre y por ellos nos llegará la salvación, asimismo, por designio de Dios, el corazón que más de cerca vive en alianza con estos Dos Corazones es el corazón de San José.
Cuando contemplamos el corazón de San José, contemplamos un corazón puro, que dirige todos sus afectos y acciones hacia aquellos que le fueron encomendados, cuya grandeza él supo leer y entender. Todos los movimientos del corazón de San José tenían un solo objetivo: el amor de los Dos Corazones. Por ellos trabajó; por ellos obedeció; por ellos sufrió; a ellos los defendió y protegió sin interrupción. Su vida era para amar, consolar, proteger y cuidar a los Dos Corazones. Hay que recordar que San José no era Dios hecho hombre, ni tampoco fue concebido inmaculado; el nació con el pecado original igual que todos nosotros. Pero su corazón se hizo uno con el Corazón de María y a través de ella, con el Sagrado Corazón de Jesús. Veamos como se da en San José esta misteriosa unidad.
EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ UNIDO AL CORAZÓN DE MARÍA, SU ESPOSA
El corazón de San José vivió en plena comunión con el Inmaculado Corazón de María. Ella fue para él, igual que lo es para todos nosotros, el camino que lo condujo al misterio del Dios hecho Hombre. En el sueño del ángel, oyó éstas palabras: «No temas tomar contigo a María tu mujer porque lo nacido de ella es del Espíritu Santo.» (Mt 1: 20) Con esto, es introducido no solamente en el misterio de la Encarnación, sino también en el misterio del corazón excepcional de la Virgen Santísima, escogida para ser Madre de Dios. San José se dio cuenta que el Mesías y Salvador, tan esperado por su pueblo, había de llegar al mundo a través del seno maternal de María, la mujer a quien Dios le había dado por esposa.
¿Cuál fue la respuesta de San José? «Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1:24). En otras palabras, San José se consagra a María, a su persona, a su corazón, y a su misión. Accedió a la voluntad de Dios quien designó que él, y todo el género humano, había de recibir al Redentor por manos de María. Mucho más que todas las generaciones que llamarán bendita a la Virgen por las maravillas que Dios ha hecho en ella (cf. Lc 1:48-49), San José las supo ver, ponderar, y amar, levantándose así en su corazón, un profundo deseo de protegerla.
San José vivó en perfección la consagración al Inmaculado Corazón de María. Es él, el perfecto devoto de la Virgen, y nosotros debemos aprender de él. Él es el primer ejemplo del mensaje que San Juan Eudes escuchó del Corazón Eucarístico de Jesús: «Te he dado este admirable Corazón de Mi Madre, que es Uno con el Mío, para ser Tu verdadero Corazón también…para que puedas adorar, servir y amar a Dios con un corazón digno de su Infinita Grandeza».
Debemos pedirle que nos enseñe como amar con todo nuestro corazón a la Santísima Virgen, a quien amó con todas las fuerzas de su corazón y de quien recibió, con profundo agradecimiento, el Sagrado Corazón de Jesús, el Salvador.
EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ UNIDO AL CORAZÓN DE JESÚS
Después del de la Virgen, el corazón de San José es el que más cerca estuvo del Corazón del Redentor. San José amaba con verdadero amor paternal a Cristo. Su corazón estaba unido de tal forma al de Jesús, que mucho antes que San Juan se recostara sobre el pecho del Señor, ya San José conocía plenamente los latidos del Corazón de Cristo y aún más, Cristo conocía perfectamente los latidos del corazón de su padre virginal, puesto que toda su niñez la pasó recostado del pecho de su padre, San José.
En esta comunión de «corazón a Corazón», ¿qué secretos insondables habrá descubierto San José en el Corazón de su Hijo? El Ángel le había revelado en sueño que el Hijo de María era quien «salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1:21). Entendió que el Corazón del Emmanuel era un corazón humilde, misericordioso y redentor. Era el Corazón de Dios, formado por el Espíritu Santo, que vino a salvar a su pueblo. No para una salvación meramente temporal, sino mucho más profunda; era la salvación del mal que había entrado en el corazón humano: el egoísmo, el desamor, la división, la injusticia…. el pecado.
Estos secretos insondables fueron conocidos plenamente por San José, por la intimidad de contemplación de los corazones de Jesús y María. Lo encontramos al lado de la Santísima Virgen en los misterios gozosos del Santo Rosario. Al convivir y contemplar lo que se desarrollaba en la vida de Jesús y en la vida de su esposa, su corazón crecía en admiración y amor a Dios y en ardientes deseos de participar plenamente en su obra.
II. SAN JOSÉ Y EL TRIUNFO DE LOS DOS CORAZONES
La presencia de San José en dos de las apariciones de la Santísima Virgen aprobadas por la Iglesia –Knock y Fátima– muestran el deseo de Dios de que se reconozca a San José. En la aparición de Fátima vemos como Dios no dejó duda alguna de la importancia de San José en su plan para la conversión del mundo a través del Inmaculado Corazón de María. Fue la misma Virgen María la que anunció, en su aparición del día 13 de septiembre, de que en octubre no solo haría un milagro para que todo el mundo creyera, sino que San José vendría con el Niño Jesús a bendecir al mundo. La Virgen le dijo:
«Continúen rezando el rosario para obtener el fin de la guerra. En octubre, Nuestro Señor vendrá, así como nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen. San José aparecerá con el Niño Jesús y bendecirá al mundo.»
¿Por qué Dios hizo de la presencia de San José en Fátima, un elemento visible en el misterio del triunfo que se avecina? Porque San José es el modelo para toda la humanidad de unión con los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Y además, lo que fue su misión en la tierra, continúa siendolo en el cielo: él fue y es el protector de los Dos Corazones. Él protegió el Corazón Inmaculado de María y el Sagrado Corazón de Jesús, que latía en el seno de la Virgen. Los protegió celosamente y por eso ellos triunfaron en su corazón. ¿Cómo no va a ser ahora quien los proteja, asegurando su triunfo en los corazones de todos los hombres?
San José, dado como protector de los Dos Corazones en el principio, es ahora encomendado por Dios como protector de toda la familia humana. De forma particular, San José es protector de todos aquellos que aman a los Dos Corazones, que se han unido a ellos y que promueven su pronto Reinado en la humanidad.
Es San José el que enseña de forma más plena a los apóstoles de los Dos Corazones, a tener plena unidad interior con el corazón de Jesús y el de María, porque fue precisamente él, el tercer corazón, que se unió a ellos en amor, en servicio y en fidelidad.
Son los apóstoles de los Dos Corazones los que de una manera nueva deben acogerse a la protección de San José y pedirle a él que les enseñe a amar, a servir, a sacrificarse y a permanecer unidos a estos Dos Corazones como él lo hizo toda su vida.
¡San José, Custodio de los Dos Corazones…. Ruega por nosotros!
FUENTE: corazones.org

REZAR POR LOS SACERDOTES.

Ayer por la noche vino un sacerdote para ver le sistema de iluminación de la parroquia, una vez acabadas sus tareas sacerdotales a quedar con el electricista a ver cómo puede mejorar la iluminación de su templo. Muchas veces un sacerdote es de todo: decorador, electricista, escayolista, especialista en obras, contable inspector de humedades, diseñador gráfico, cantor, escribiente, especialista en rebajas, asistente social…, pero no puede olvidar su única razón de ser: el de ser sacerdote. Muchas veces te dicen que tienes que aprender a delegar cosas, pero no es sencillo encontrar personas que estén dispuestas a cualquier hora del día a ver cualquier asunto de la parroquia. Pero la verdad es que lo que somos es sacerdotes…, y nos hace mucha falta vuestra oración.

“Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: -«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.» Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: -«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.»” La Fiesta de hoy suele pasar desapercibida, la fiesta de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. Es la fiesta que nos recuerda a los fieles y a los sacerdotes que el único sacerdote es Jesucristo y, todos los demás –por el sacerdocio común o ministerial-, participamos de su sacerdocio. No somos dueños, creadores ni creativos de nuestro sacerdocio, sino que participamos del de Jesucristo. Por eso no es concebible en ningún cristiano, y menos en un sacerdote, que no quiera identificarse más con Cristo, parecerse más a Él, actuar en su nombre y nunca en nombre propio. Es cierto que la soberbia, el cansancio y la rutina entran en ocasiones en nuestras vidas, pero tenemos que renovar la ilusión y las ganas de ser sacerdotes.

Muchas calumnias se dicen sobre los sacerdotes, aunque en ocasiones seamos grandes pecadores, pero estoy convencido que hay muchísimos sacerdotes fieles, entregados, generosos, piadosos e ilusionados que desganados y aprovechados. Pero hace falta oración y hacen falta vocaciones.

Que en el día de hoy pidamos a María, madre de los sacerdotes, la fidelidad de todos y el aumento de vocaciones.

FUENTE: http://archimadrid.org/